La poupée qui fait ‘oui’

EN LOS feracísimos años 60 de la música pop, a los franceses les dio por hacer canciones de muñecas. Entre las que tuvieron éxito en toda Europa –incluida España, claro, más europea entonces que ahora– destacan Poupée de cire, poupée de son, de Serge Gaingsbourg, con la que France Gall, representando a Luxemburgo, ganó el Festival de Eurovisión; Les marionettes, de Christophe, en la estela de su popularísima Aline; y la más loca de todas La poupée qui fait non, de Michel Polnareff, un genio total, capaz de convertir ocho versos tontilocos en una canción inolvidable.

Todo lo que decía la canción es que una muñeca hacía (decía) «no, no, no», «todo el día no, no, no», y «¡qué no daría el cantante porque dijera síiii». Tal cual. Sin más. Dejó este mundo el pobre Michel Polnareff sin ver a su muñeca decir oui, porque lo propio de una muñeca que dice «no» es eso: decir siempre «no». Y hete aquí que Margallo, en representación de todo el Gobierno Rajoy, se convierte en la primera muñeca para hacer o decir «no» que, en contra de las leyes de la lógica y de la mecánica, va y dice «sí». Y encima se lo dice a un masoverillo que odia a las muñecas españolas.

En rigor, más que de poupée, Margallo tiene pinta de gegant de feria, de esos que, con sus cabezudos alrededor, tanto gustan en las fiestas patronales catalanas. Claro que ahora ya no hay procesiones detrás de las vírgenes o los santos locales, ni patums que con su solemnidad de cartón piedra metan miedo a la canalla, que así llaman a la chiquillería en Cataluña y así lo recogió Serrat en El Drapaire, o sea, el trapero.

Un perfil zarrapastroso, por cierto, muy adecuado para un ministro español de Asuntos Exteriores que tiene como segundo empleo el de propagandista antiespañol del separatismo catalán. Antes, le hubieran llamado cosas atroces: los castizos, traidor redomado o vil felón; las comadres, andrajo o trapo de fregar; los técnicos, deyección o desecho semiorgánico.

Pero como ahora somos más blanditos, creo que a una patum catalana, a un gegant de alquiler, basta con bajarlos de nivel y dejarlos en poupée. Una muñecona, eso sí, que hubiera asombrado a Polnareff. En vez de decirle a Mas non, non, non, que es para lo que la compramos, cierra sus parpaditos y dice oui, oui, oui. Qué golfilla.